lunes, 14 de noviembre de 2016

3 - Mi niñez en la década 1950/60...

Manuel Valero Ribes
L'avi Manel  #YOSOYAUTISTA

Tercer episodio: 



Otra zona donde jugar era subir a la Sierra de la Marina donde empieza a elevarse a partir del cauce del río Besòs y se extiende por toda la Marina (Badalona, Montgat, hasta Alella) y sus primeras cuatro cimas  que dan al Este son las montañas de Gramenet del Besòs, la más alta el Turó del Pollo (303 metros) donde se encuentra la ruinas del Poblado Ibérico (siglo VI a C.). 


Antes de 1954 estaba bastante abandonado y nosotros jugábamos por las ruinas sin saber el daño que podíamos causar a la historia del lugar, el Centre Excursionista Puig Castellar  empezó unas excavaciones el año 1954 y las terminó en 1958 encontrando piezas muy importantes  que se encuentran en el museo de la ciudad y fue vallado con vigilancia para conservarlo. 

Al principio de la sierra la "font de l'Alzina" y al pie del Turó la "font de San Roc" y subiendo a mitad del turó se encuentran unas ruinas con una pared en el suelo que le llamamos la patinadora y nos dejábamos caer resbalando (como deslizarse por la nieve); gastando suela de los zapatos  Segarra que se compraban en  la calle Pelayo de Barcelona, fabricados en la Vall d'Uixó (Castellón), duros como una piedra, que nos destrozaron los pies y no de rompían nunca, producto de una empresa del régimen de calzado militar. Quedan muy pocos pinos en toda la sierra y se dice que el pueblo de Gramenet corto muchos de ellos durante la guerra para poder calentarse al no disponer de carbón; cogíamos piñas del suelo abiertas con sus piñones de los pocos pinos que hay,  y en la fiesta de San Juan recogíamos leña seca que bajábamos en parihuelas hechas por nosotros con cañas y cuerda para transportarla hasta el barrio y quemarla en una hoguera en la noche mágica del Solsticio de Verano, juntando la leña con los cuatro muebles viejos de los vecinos y los niños tirábamos unos cuantos petardos (las famosas piulas y truenos) y esta fiesta popular participaba todo el barrio y se hacía en el cruce de la calle Baleares con La Pallaresa.

En este mismo cruce  de vez en cuando se instalaba un circo ambulante y todo el barrio con la silla a cuestas de su casa, para poder sentarse y contemplar la función circense.

Siendo niños ya usábamos la iniciativa privada para poner un negocio, este era de venta de tebeos, el lugar en el suelo de la calle y sujetos con piedras en las puntas (al puro estilo capitalista y de mayores, en mi caso decidí ser obrero Impresor durante 48 años), "hoy se llama Top Manta y no son niñ@s como un juego, si no adultos marginados de la sociedad que no tienen trabajo", y yo vendía El Tebeo, Pulgarcito, El Gerrero del Antifaz, Roberto Alcázar y Pedrín, El Capitan Trueno, etc. (todos de segunda mano) y si vendía tres con lo que sacaba me compraba uno nuevo para leer, que gran negocio, que  al final se fue a pique y eso que no se pagaba el IVA, años después me hice obrero. Jeje...
Mi madre cada semana cuando iba al mercado de la Plaza Segarra en el centro, me compraba el Cosaco Verde y el Jabato que yo esperaba con ilusión y estos no los ponía a la venta los coleccionaba.
Cuanto aprendí en cultura general a través de los tebeos, que sus "grandes autores" enseñaban en oposición al régimen en la enseñanza oficial de Patria y Catecismo. Y también con el cine que ha pesar de la censura muchos "grandes directores" les colaban el doble sentido que los censores no captaban o toleraban.

Coleccionaba cromos de jugadores de fútbol de primera división y los repetidos se cambiaban entre amigos, era muy culé y Kubalista en su época; en el barrio había un equipo de fútbol La Baleares C.F. de jóvenes adultos del barrio que tenía su sede en el Bar Parra, y recuerdo el nombre de uno de ellos Collado, allí se cambiaban y salían corriendo todo el equipo, con todos los chavales de 7, 8, ó 10 años y demás aficionados que los seguían  al campo que se encontraba en Can Zam a una distancia de 3 ó 4 minutos corriendo desde el bar, vimos muy buenos partidos y algunas trifulcas  entre los jugadores y público en general teniendo que intervenir los guardias municipales y a la vez para nosotros chavalillos era apasionante y nos gustaba el fútbol y el jaleo, no llegaba la sangre al río, aunque el río está muy cerca del lugar, exceptuando una vez que un jugador visitante le mordió un dedo al árbitro al señalarle una falta con el indice alzado y del bocado se lo cortó, el árbitro vivía en la Avd. Pallaresa.
Mi tío José hermano de mi madre al que he querido mucho, al ser, no un tío, si no un segundo padre para mi, era muy aficionado y también su mujer la tía Isabela a la U. D. Gramanet y muchas veces me llevaban con ellos a ver la Grama.

La Riera era vida y noticia cada vez que llovía, entraba el agua en muchas casas cuando bajaba la riada con fuerza y en la calle América con Salvatella había un puente pequeño para poder cruzar de un lado al otro, puente donde se paró  el carro y caballo de la basura y en un día seco y jugando con  mis amigos en el puente pasando por debajo agachado me levante antes de salir y me abrí la cabeza, avisar a mi madre y salir corriendo perdiendo sangre por la herida al dispensario del ayuntamiento, visitado por el enfermero Mártinez unos puntos inyección del tétanos y para casa. Era un pupas siempre me accidentaba; caí en la escalera de un sótano al jugar al escondite y me partí la ceja.
El cementerio viejo estaba al principio de la calle Baleares  y cuando había un entierro en aquella época con carruaje y caballos engalanados y delante el cura con los monaguillos con todos sus bártulos; la familia y amigos varones detrás del carruaje y las mujeres todas de negro y con mantilla, la mayoría llorando detrás de los hombres y si eran familia se comprende y en esa época se hablaba mucho de las plañideras (mujeres pagadas para llorar en los funerales).
Era nuestro barrio y siempre entrábamos a ver el entierro y como sacaban los restos de otros y en una ocasión jugando dentro nos quedamos solos nos asustamos al darnos cuenta y empezamos a correr para salir, me caí y deje media rodilla en el asfalto rugoso de sus calles; otro día me clavé en el pie  a través de la sandalia media botella rota que pise corriendo y al pisar una punta volteó y se clavó la parte contraria. Otra y otra no paraba, unos chavales mayores  de 15 ó 16 años tenían una escopeta de balines y uno de ellos nos dijo que nos fuéramos de donde estábamos y como estaba en la calle no le hice caso y me disparó queriendo un perdigón que me dio a un centímetro del ojo, un paleta de nombre Redón que estaba delante haciendo una casa, me llevó en brazos al dispensario sangrando y otros amigos avisaron a mi madre que acudió corriendo, siempre dándole sustos de muerte, el enfermero Martínez ya me conocía del barrio y también en el dispensario al visitarlo tantas veces y cada vez que me accidentaba e iba al médico inyección del tétanos, con 12 años ya llevaba 5 ó 6 puestas, mejor ponerla decía el médico que arriesgarnos en las tierras infectadas de residuos de caballerías, en prevención de la enfermedad del Tétanos...

Seguirá...

No hay comentarios:

Publicar un comentario